Hace algunos años trabajé sobre el intercambio epistolar entre Edoardo Weiss y Sigmund Freud, donde el primero publica las cartas enviadas por Freud, como respuesta a las preguntas relativas a los pacientes sobre los que él le consultaba.1 Podemos decir que es un testimonio riquísimo de Freud como supervisor.
Si hoy recuerdo esto es porque entiendo sigue siendo, al menos para mí, una brújula importante a la hora de armar un control o de escuchar a un colega que viene a controlar.
Edoardo Weiss comenzó su intercambio epistolar con Freud en 1908, siendo estudiante de medicina. Tuvo un papel fundamental para el desarrollo del psicoanálisis en Italia. Al emigrar, comienza su control con Freud por la vía epistolar, personalmente y también llevando él mismo los pacientes a una consulta. Como vemos, este intercambio lo sostuvo por muchos años, con lo que podemos decir que fue algo que fue acompañando regularmente su práctica, dato no menor para destacar hoy en estas Jornadas.
Por otro lado, es impactante la posición sostenida por Freud a lo largo de este intercambio epistolar. Un Freud inflexible respecto a las modificaciones conceptuales que producían desviaciones, un Freud siempre preocupado por el futuro del psicoanálisis. De hecho, su curiosidad científica siempre pudo más que su deseo de curar.
Las respuestas de Freud revelan su opinión sobre la situación analítica y las perspectivas terapéuticas en cada caso.
Son Cartas en donde Freud se encuentra en posición de supervisor, dando lo que él llama "consejos" u "observaciones", referencias directas a la clínica, precisas y preciosas, tanto relativas a la posición del analista en las curas que dirige, como a los límites mismos del análisis. Algunas de ellas, reformuladas por Lacan. Otras que, entiendo, se mantienen constantes.
En una de las primeras cartas, fechada el 3 de octubre de 1920, Freud se refiere a un paciente (el Sr. A) como narcisista, ególatra e impermeable a toda influencia. Le propone a Weiss derivarlo, pero siempre considerando que se trata de una opinión. Esta posición es mantenida a lo largo de toda la correspondencia, a tal punto que –a propósito del análisis de un joven pintor- le indica seguir intentando el análisis con paciencia (hoy con Miller podemos agregar "paciencia frente a lo real"), pero le pide que lo tenga al tanto, y le comente si ha podido hacer algo –o no- con estas indicaciones.
Es decir, constatamos que ya en Freud la técnica indica lo que habría que pensar, no lo que se debería hacer. Y mucho menos cómo hacerlo. Verificando que es imposible hacer una universalización de preceptos técnicos, ni para los analizantes ni para los analistas.
En otra Carta, le hace una observación respecto a la dirección de la cura, cuando Weiss le permite a una analizante dejar el diván y volver al sillón (Freud le sugiere que interrumpa el tratamiento por unos meses) pero le aclara: "Quiero rehusar explícitamente a aconsejarle, y quiero tan solo decirle lo que me parece del caso y lo que, por experiencia, haría sin comprometerlo a usted a nada".2 ¿No es acaso el modo en que Freud, más de cien años atrás, pudo decir lo que Jacques-Alain Miller introduce en El Banquete de los analistas, a saber, "lo que no se puede enseñar, se transmite con el ejemplo? 3
Weiss le pregunta a Freud por los riesgos de analizar a alguien sin haberse analizado y Freud le responde que "cuando el analista no analizado analiza pacientes cuya neurosis proviene de conflictos pulsionales parecidos a los suyos, corre el peligro de perder la facultad de dominar sus propias pulsiones y de desarrollar, como consecuencia, un estado neurótico". 4 Freud no deja de recordar la importancia crucial del análisis del analista.
En El Seminario 1, Lacan retoma los escritos técnicos de Freud justificado por la necesidad de alertar al practicante inexperto, quien querría precipitarse al análisis y a quien hay que evitarle ciertas confusiones respecto a la práctica del método [psicoanalítico] y también respecto a su esencia.
Cuando Lacan alude a la técnica, en este mismo Seminario, las denomina "reglas prácticas" pero en tanto instrumento hecho a la medida de Freud, indicando así que hay otros.
Es decir, cada uno en cierto sentido reinventa el psicoanálisis, en tanto cada uno tiene su propia manera de ubicarse en el discurso analítico. Sería muy inquietante que el analista que controla siempre se ubique como lo hace su analista controlador. Quiero decir que eso habla de algo que está fallando en términos de controlar el real del caso que se supervisa, primando una identificación al analista supervisor, perdiendo así toda brújula.
Una y otra vez, en los textos en los que Freud habla sobre técnica (que son pocos), va a ir indicando que no se trata de dar reglas sino "consejos". Lo curioso es que muchas veces ni siquiera Freud mismo, como analista, los sigue. Así, cuando se leen los textos escritos por sus analizantes (Hilda Doolite, Helen Deuscht, etc) se ve que las intervenciones freudianas son distintas según el paciente del que se trate, muchas veces incluso contra sus propios "consejos".
Vale recordar aquí una intervención de sesión corta en Freud, cuando (frente a algo importante que dijo la analizante ni bien llega), la interrumpe con una frase del estilo "esto hay que festejarlo", y se enciende un habano. Nada más alejado de los 55 minutos por él "aconsejados".
En sus Consejos al médico,5 plantea precisamente que lo que él señala es lo que a él le sirve, pero que es posible que para otros sea diferente.
Es decir, ya desde Freud, en psicoanálisis, no hay técnica operando independientemente del operador (lo que nos remitiría a un standard). Por eso, no podemos hablar de standard en la práctica sostenida conforme a la orientación lacaniana. Lo que sí hay son principios. Cuestión que Lacan rescata: "Es una concepción errónea creer que su unidad surge del hecho de que Freud habla en ellos de técnica".6
Como vemos, en un control no se trata de ir a la búsqueda de un Otro que nos diga cómo interpretar, o cuál es la interpretación correcta. De lo que se trata es de hacer surgir el saber que aquél analista que va a controlar ya poseía, sin saberlo, y que lo hace escuchar en el momento mismo del control.
Uno podría decir que cuando alguien controla es porque o bien se ha topado con un límite que impide el curso de un análisis, o por alguna desorientación diagnóstica, o porque el caso "no marcha" o "marcha mal", en el sentido de un supuesto "marchar bien" que en general perturba. Sería muy importante también controlar cuando el caso marcha bien, sin ningún contratiempo… No deja de ser sospechoso un camino sin ningún sobresalto.
En el "Acto de Fundación", Jacques Lacan alude al control. Sabemos que si bien no se trata de establecer un reglamento, la exigencia de control es responsabilidad de la Escuela, en tanto forma parte insoslayable de la formación.7 Orientación que en PAUSA se sostiene a rajatabla.
Con este breve recorrido no pretendo agotar el tema o dar una respuesta acabada respecto al control. Tampoco responder todas las preguntas que me surgen y que seguramente ustedes tengan. Son algunas pinceladas, ideas, cuestiones presentes ya en Freud, que a mí me siguen sirviendo como un faro. ¿Responden todas las cuestiones que plantea el tema del control? Por supuesto que no. Lo que es seguro es que mantienen un problema planteado y eso a veces –a veces- resulta mucho más importante que resolverlo.
*El presente trabajo fue presentado en la mesa "La experiencia del control en PAUSA", de las XIV Jornadas Anuales de PAUSA, Operaciones analíticas en la urgencia. , 8 de julio de 2023.
- Weiss, E., Correspondencia Sigmund Freud-Edoardo Weiss. Problemas de la práctica psicoanalítica, Gedisa, Barcelona, 1979
- Ibíd;. p. 98.
- Miller, J.-A., El Banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2000.
- Weiss, E., op.cit. p.61.
- Freud, S., "Consejos al médico", en Obras Completas, Vol XII, Buenos Aires, Amorrortu, 1987.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 1, "Los escritos técnicos de Freud", Paidós, Buenos Aires, 1998.
- Lacan, J., "Acto de fundación", en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p.247.