El suicidio en Schreber. Mariana Schwartzman

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Primer tiempo

Después de asumir como Presidente de Sala, Schreber nos cuenta que se halla frente a una enorme carga de trabajo, impulsada por su ambición de conquistar desde el primer momento el prestigio ante sus colegas veinte años mayores. Esto lo deja, luego de algunas semanas, espiritualmente agotado. El sueño comienza a faltarle, aparecen los fenómenos de franja (crujidos de las paredes, ruidos, espejismos sensoriales). Se ve obligado a viajar con su esposa a Leipzig, para entrevistarse nuevamente con Flechsig, quien lo había curado de una hipocondría grave 8 años antes. 

Antes de llegar a Leipzig pasan una noche en la casa de la suegra, lugar donde le inyectan morfina y donde siente una opresión en el corazón (síntoma que había tenido en su primera enfermedad). Al día siguiente se realiza la entrevista, Schreber escribe que Flechsig: "desplegó una elocuencia sobresaliente, que no dejó de producir un profundo efecto (…) Habló de los progresos que había hecho la psiquiatría desde mi primera enfermedad, de los somníferos recientemente descubiertos, etcétera, y me dio la esperanza de que toda la enfermedad (…) mediante un sueño prolongado, que (…) debía prolongarse desde las tres de la tarde hasta el día siguiente".

Ingiere el somnífero en un estado de "intensa excitación". Pasa la noche insomne y abandona la cama, preso de la angustia, "para llevar a cabo una suerte de intento de suicidio por medio de una toalla o algún recurso semejante (…)". Este intento es impedido por la mujer. Deciden internarlo. La enfermedad se acelera durante los días siguientes, atraviesa insomne la mayoría de las noches, no se dedica a nada, ni a ver a nadie de su familia, y pasa cinco días en la cama. Dice: "mi espíritu estaba casi exclusivamente ocupado con pensamientos de muerte."  Hace varios intentos de colgarse en la celda por medio de la sábana de la cama – esto es impedido por los enfermeros, quienes vigilaban atentamente al prestigioso presidente.

"El pensamiento de que, a una persona a la cual ya nunca le será posible (…) el sueño, aun con todos los recursos del arte médico, no le queda finalmente más que quitarse la vida, me dominaba por entero", agrega. "Mi deseo de vivir estaba permanentemente en quiebra; se había desvanecido en mí cualquier otra perspectiva que no fuera… el suicidio…", escribe.

Encontré en este relato y en este momento cronológico, un primer tiempo en que se hace presente el tema del suicidio en Schreber.

Segundo tiempo

Un segundo tiempo podría situarse seis meses después, cuando comienza a esbozarse el delirio de persecución. Consiste en: "ponerme a merced de un hombre, de la siguiente manera: dejar mi alma en poder de este, pero entregar mi cuerpo, transformado en un cuerpo femenino – en una equívoca interpretación del orden cósmico -, para que abusara sexualmente y luego ´dejarlo olvidado´,… abandonarlo a la descomposición". Agrega Schreber: "mi viril sentimiento del honor y mi propia dignidad, toda mi personalidad moral, se rebelaron contra este trato infamante, (…) Separado por completo del mundo exterior, sin ningún trato con mi familia, (…) no podía surgir en mí ningún otro pensamiento, sino que cualquier modo de morir, por espantoso que fuera, era preferible a un fin tan vergonzoso. Decidí, pues, poner fin a mi vida dejándome morir de hambre y rechacé todos los alimentos, sobre todo porque las Voces interiores me aleccionaban siempre diciendo que era mi deber dejarme morir de hambre y sacrificarme así en cierta medida a Dios (…)." También relata que cada baño que tomaba iba asociado con ideas de ahogamiento. Dice: "yo entraba en cada baño con la angustia interior de que hubiera de servir para poner fin a mi vida. (…) Las Voces interiores (…) me ridiculizaban diciéndome que me faltaba coraje varonil para hacerlo."

Tercer tiempo

En agosto de ese mismo año, cuando ya es Dios el principal perseguidor, y él tiene que hacerse el muerto, "comportarse como un cadáver" (quedarse durante varias horas inmóvil, para mantener el trato con Dios, que solamente sabe comportarse con cadáveres), podemos ubicar un tercer tiempo. Tiempo al que Freud señala como el primer viraje del delirio, donde ya no hay intentos de suicidio. Esta transformación ocurre luego del traslado a Sonnenstein y del encuentro con Weber, médico que se ubica en una posición distinta a la de Flechsig, lo invita a cenar a la casa, le consulta sobre temas de leyes… Es decir, lo pone en un lugar de dignidad. 

Es así que arriba a la transformación final del delirio, un año después. Schreber se reconcilia con la idea de la emasculación, y se produce una modificación de su voluntad. Ya no se revuelve ante la idea de transformarse en mujer. 

Escribe: "Hasta entonces yo había tomado en cuenta siempre la posibilidad de que, si mi vida no estaba destinada a ser inmolada antes como víctima en alguno de los numerosos milagros aterradores, en algún momento tuviera que ponerle fin mediante el suicidio; (…) Pero ahora, se me hizo consciente sin ninguna duda que el orden cósmico exigía la emasculación de una manera imperiosa, con prescindencia de si me agradaba o no a mí personalmente (…) no me restaba sino resignarme al pensamiento de la transformación en una mujer.". Y luego esta gran frase: "tomé con plena conciencia como bandera el ejercitar la feminidad, y lo seguiré haciendo (…) Quisiera ver a un hombre que, puesto ante la opción de convertirse en un hombre idiota con porte masculino o en una mujer de gran cultura, no eligiría esto último".

Algunas reflexiones

Luego del recorrido por estos tres tiempos, puede leerse que la salida del impulso suicida, que se le presenta a Schreber a su vez como solución ante algo insoportable para él, no es sin la elaboración simbólica del delirio. A partir de que entra en conexión con Dios como partenaire, el delirio vela lo insoportable; Schreber pasa de intentar matarse a "comportarse como un cadáver" para mantener cerca a Dios. Posteriormente, pero no sin este paso previo, llega a la plasmación final del delirio, ser la mujer de Dios para procrear a la nueva especie.

Para dar cuenta de lo insoportable de lo que hablamos, podríamos retomar, en primer lugar, aquello que Freud ubica en el capítulo I del Historial. Allí dice que, a diferencia de los psiquiatras, quienes pondrían su atención en lo llamativo de la plasmación final del delirio, un psicoanalista está ateneto a los pequeños detalles. Freud se dirige hacia el detalle de que, previamente a la asunción, Schreber tiene la fantasía de duermevela con el contenido: "de que tenía que ser muy grato ser una mujer que es sometida al coito". Freud descubre así que, tanto el delirio de persecución como el de redención, comparten una misma génesis: la feminización. ¡Esto es lo insoportable! Esto es lo que irrumpe y enloquece, lo que amenaza con su dignidad y lo que se quiere sacar de encima, matándose. 

Y con respecto a lo que sucede en la entrevista con Flechsig, quisiera mencionar lo que dice Lacan en el Seminario 3: "… quisiera señalar la palabra significativa, incluso desdichada, que Flechsig dice a Schreber en el momento de su recaída, cuando éste llega sumamente perturbado (…) Flechsig ya fue elevado para él al valor de un eminente personaje paterno. Ya hubo antes una alerta o una suspensión de la función de la paternidad (…). Flechsig le dice que desde la última vez, se han hecho enormes progresos en psiquiatría, que le van a aplicar uno de esos sueñitos que serán muy fecundos. (…) Quizás esta era precisamente la cosa que no había que decir. A partir de entonces, nuestro Schreber ya no duerme, y esa noche intenta colgarse.". 

Tanto la posición de Flechsig como esta palabra desdichada, no hacen más que apuntar a  aquello que lo enloqueció, acrecentándolo.

Para finalizar me dirigiré rápidamente a la "Presentación de la traducción francesa de las Memorias…", de 1966. Lacan señala: "(…) leamos (…) en la pluma de Schreber que él mismo se ofrece como soporte para que Dios (…) goce de su ser pasivizado, mientras se abandona al pensar-nada para que Dios, ese Otro hecho de un discurso infinito, se escabulla (…)". Señala que el texto da cuenta de una diferencia fundamental, la del sujeto del significante y la del sujeto paranóico, "(…) sujeto del goce (…) identificando el goce en ese lugar del Otro en tanto tal". 

Me interesó releer esto a la luz del tratamiento que le da Schreber a lo insoportable del goce, ubicándose como soporte del goce del Otro. Es decir, podríamos pensar que no son lo mismo el momento en que el goce irrumpe en la fantasía de duermevela o el de la asunción y el desafortunado encuentro con Flechsig, que cuando hay un goce, más allá de todo lo que se deba soportar, que está identificado en el lugar del Otro.